La literatura de inicios del S. XIX no es muy abundante pues los intelectuales y políticos estaban ocupados en las guerras libertarias. Sin embargo, surge la oratoria como forma alternativa para propagar las ideas independentistas y cuya belleza retórica y estilística hace que se le ubique dentro del espectro literario. En este período sobresale también la producción poética de Andrés Bello, primer poeta en proponer la creación de una expresión lírica americana. Su poesía es considerada como precursora de la temática latinoamericana en la lírica continental, tal como se puede observar en Alocución a la poesía (1823) y en Silva a la agricultura de la Zona Tórrida (1826). En vísperas de la independencia, llega la primera imprenta a Caracas y con ella surgen importantes periódicos, entre los que destaca El correo del Orinoco, a través de los cuales se difunden las ideas libertarias. Sin embargo, antes de la aparición de los primeros periódicos, estas ideas eran principalmente difundidas a través de la oratoria, pues las imprentas españolas difícilmente accederían a la publicación de ideas que atentaran en contra de su hegemonía.
Simón Bolívar.Sin embargo, entre los avatares de la revolución fue que el germen de una identidad genuina ensayó sus fueros humanísticos. La copiosa correspondencia del Libertador, así como los documentos oficiales de sus atribuciones republicanas, dilucidan no sólo el mosaico colosal de su genio político, sino también la prolijidad de una pluma tan exquisita como intensa. De gran belleza estética y profunda preocupación filosófica es Mi delirio sobre el Chimborazo una especie singular que Simón Bolívar le distingue de las contradicciones de su tiempo, y en la que por etérea proporción discurre desde la clarividencia de un tribuno hasta la humildad de un profeta señalado para un mundo naciente y por lo mismo promisorio. Es en Simón Rodríguez (escritor venezolano), filósofo y pedagogo caraqueño, cuando genuinamente se ensayan formulas americanas ya mejor meditadas para las insipientes repúblicas; su obra, aunque dispersa en los avatares de su singular vida, compila no sólo su preocupación sociológica, sino también la urgencia de un código intelectual. Primero por auspicio de su célebre pupilo (Simón Bolivar) alcanza parcialmente a aplicar algunas de sus ideas, muchas de las cuales fueron difundidas después y ampliadas en un castellano auténtico y a veces irónico como Voltaire. Además de sus peculiares publicaciones y de su correspondencia, es célebre su defensa que hace de la gesta bolivariana, construida con un rigor lógico.
Poesía en el Siglo XIX.
Simón Bolívar.Sin embargo, entre los avatares de la revolución fue que el germen de una identidad genuina ensayó sus fueros humanísticos. La copiosa correspondencia del Libertador, así como los documentos oficiales de sus atribuciones republicanas, dilucidan no sólo el mosaico colosal de su genio político, sino también la prolijidad de una pluma tan exquisita como intensa. De gran belleza estética y profunda preocupación filosófica es Mi delirio sobre el Chimborazo una especie singular que Simón Bolívar le distingue de las contradicciones de su tiempo, y en la que por etérea proporción discurre desde la clarividencia de un tribuno hasta la humildad de un profeta señalado para un mundo naciente y por lo mismo promisorio. Es en Simón Rodríguez (escritor venezolano), filósofo y pedagogo caraqueño, cuando genuinamente se ensayan formulas americanas ya mejor meditadas para las insipientes repúblicas; su obra, aunque dispersa en los avatares de su singular vida, compila no sólo su preocupación sociológica, sino también la urgencia de un código intelectual. Primero por auspicio de su célebre pupilo (Simón Bolivar) alcanza parcialmente a aplicar algunas de sus ideas, muchas de las cuales fueron difundidas después y ampliadas en un castellano auténtico y a veces irónico como Voltaire. Además de sus peculiares publicaciones y de su correspondencia, es célebre su defensa que hace de la gesta bolivariana, construida con un rigor lógico.
Poesía en el Siglo XIX.
A principios del Siglo XIX Andrés Bello despunta como uno de los poetas más significativos del momento con una obra que se inscribe primero dentro del neoclasicismo y luego dentro del romanticismo. Estos movimientos literarios de origen europeo, al igual que el parnasianismo, tuvieron gran repercusión en los primeros poetas venezolanos. Andrés Bello escribió sus famosas silvas entre 1823 y 1826 en un estilo emparentado con el movimiento neoclásico que dictaba las pautas en la literatura de esos días. Más tarde, mientras se encontraba en Londres, descubre el romanticismo que nutre sus próximos poemas. En ese período, el romanticismo fue acogido por los poetas venezolanos, tal es el caso de la poesía escrita por Fermín Toro, Juan Vicente González y Cecilio Acosta. Sobresale dentro de este periodo la obra de Juan Antonio Pérez Bonalde, quien se inicia como polemista y humorista en revistas y periódicos a partir de 1865. Según algunos autores, Pérez Bonalde es el máximo representante del romanticismo en Venezuela, para otros es el precursor del modernismo. Sus poemas Vuelta a la patria y Niágara están considerados como los más representativos de la obra del autor y de la poesía nacional, en ellos se observan todas las búsquedas del romanticismo aunado a elementos fuertemente biográficos. El parnasianismo reaccionó en contra de los excesos del romanticismo. Proponía una literatura de inspiración clásica, economía de recursos estilísticos y sobriedad de las formas. Se inscriben dentro de estos postulados las obras líricas de Manuel Fombona Palacios, Jacinto Gutiérrez Coll, Andrés Mata, entre otros.
La literatura venezolana cuenta con raíces indígenas y la influencia española a partir de la llegada europea a América. Como en tantos otros países latinoamericanos, las crónicas de indias fueron claves en el desarrollo de la literatura local, con autores como Juan de Castellanos (1522-1607), Fray Pedro Simón (1574-1628) y José de Oviedo y Baños (1671-1738). Sin embargo, los nativos precolombinos tenían sus propios relatos que transmitían en forma oral: algunos de estos textos fueron recopilados por Fray Cesáreo de Armellada.
La literatura venezolana cuenta con raíces indígenas y la influencia española a partir de la llegada europea a América. Como en tantos otros países latinoamericanos, las crónicas de indias fueron claves en el desarrollo de la literatura local, con autores como Juan de Castellanos (1522-1607), Fray Pedro Simón (1574-1628) y José de Oviedo y Baños (1671-1738). Sin embargo, los nativos precolombinos tenían sus propios relatos que transmitían en forma oral: algunos de estos textos fueron recopilados por Fray Cesáreo de Armellada.
En la lucha por la independencia, el propio Simón Bolívar (1783-1830) se destacó como escritor y puso la pluma al servicio de su revolución. En el siglo XIX también surge la figura del poeta, jurista, filólogo y educador Andrés Bello (1781-1865), considerado como uno de los pioneros en proponer el desarrollo de una expresión lírica americana. Otros poetas de referencia en esta época fueron Juan Antonio Pérez Bonalde (1846-1892), asociado al romanticismo y señalado como uno de los precursores del modernismo, y Andrés Mata (1870-1931).
Cabe destacar que una corriente muy importante dentro de la literatura venezolana fue el costumbrismo, con exponentes como Nicanor Bolet Peraza (1838-1906), fundador del periódico “La tribuna liberal”, y Fermín Toro (1806-1865), autor de “Los mártires” (señalada como la primera novela venezolana).
Cabe destacar que una corriente muy importante dentro de la literatura venezolana fue el costumbrismo, con exponentes como Nicanor Bolet Peraza (1838-1906), fundador del periódico “La tribuna liberal”, y Fermín Toro (1806-1865), autor de “Los mártires” (señalada como la primera novela venezolana).
Pintura del siglo XIX
El 5 de julio de 1811
La pintura de principios del siglo XIX siguió la tendencia religiosa que había marcado el estilo de la Colonia. Fue a partir de la década de 1820, en el transcurso de la Guerra de Independencia, cuando comenzó a cambiar el paradigma artístico del país. El retrato adquirió valor como manifestación criolla del poder y del sentido de identidad con la nación, y se iniciaron los cuadros temáticos.
La pintura de principios del siglo XIX siguió la tendencia religiosa que había marcado el estilo de la Colonia. Fue a partir de la década de 1820, en el transcurso de la Guerra de Independencia, cuando comenzó a cambiar el paradigma artístico del país. El retrato adquirió valor como manifestación criolla del poder y del sentido de identidad con la nación, y se iniciaron los cuadros temáticos.
Juan Lovera (1778-1841). Fue uno de los primeros pintores en cambiar el estilo religioso por el retrato; pintó a los personajes más destacados de la sociedad al comenzar la república. Por esto se le considera el último pintor colonial y el primero de la república. Su estilo mezclaba la forma, heredada de los pintores norteamericanos y del neoclasicismo francés, con las influencias de algunos retratistas anglosajones de la escuela de Gilbert Stuart. Sus dos grandes obras, los cuadros temáticos El 19 de abril de 1810 (1835) y El 5 de julio de 1811(1838), también revelan un matiz anecdótico y romántico; y en ellos logra representar los acontecimientos que para la época marcaron pauta en la gesta independentista.Con su obra se pasó definitivamente del arte meramente religioso a la pintura histórica.
Ya establecido el paso de las obras religiosas y el retrato a la pintura épica, muchos pintores venezolanos se dedicaron a plasmar en sus lienzos, al igual que Lovera, los acontecimientos y personajes más relevantes de la gesta independentista y de la sociedad venezolana.
Martín Tovar y Tovar (1827-1902). Basó parte de su pintura en la exaltación de las batallas acontecidas durante la Guerra de Independencia, como se puede observar en sus obras más emblemáticas: La Batalla de Carabobo, La Batalla de Boyacá, La Batalla de Junín y La Batalla de Ayacucho. En ellas no sólo recrea el acontecimiento bélico, sino que transmite el carácter de los héroes de la patria.Otro aspecto importante de la obra de este artista plástico es que fue uno de los primeros en trabajar la fotografía en el país. Realizó una sala de fotografía artística en la ciudad de Caracas, en 1864. Ya con reconocida trayectoria, entre 1870 y 1880, Antonio Guzmán Blanco le encargó que pintara a los próceres de la patria para decorar el Capitolio Nacional.
Arturo Michelena (1863-1898). Fue uno de los pintores venezolanos más importantes del siglo XIX. Con una corta pero fructífera vida, dio existencia a gran cantidad de obras, que no sólo exaltaban los acontecimientos históricos de la guerra, sino que mostraban una profunda inquietud por la figura y los sentimientos humanos.Recordado por sus obras épicas como Vuelvan caras o Bolívar en Carabobo, Michelena también trabajó la pintura mitológica y la relacionada con el estudio del cuerpo humano. Su obra más reseñada, Miranda en la Carraca, es una conjugación del carácter heroico del prócer con un trabajo artístico sobre el cuerpo y los sentimientos del hombre. Es, para muchos críticos, una de las pinturas más completas del artista.
Cristóbal Rojas (1857-1890). Se le reconoce como un pintor con un nuevo estilo. El siglo ya había pasado sus primeras décadas en actos bélicos y se trataba de afianzar una república. En parte por ello, este joven pintor se alejó de los cuadros patrióticos y se enfocó más en la producción de naturalezas y autorretratos. Demostró así una nueva vertiente del arte del siglo XIX en Venezuela.
Según muchos teóricos, a Rojas se le puede catalogar como el cronista gráfico de la época, ya que se encargó de plasmar los eventos de la sociedad y de la ciudad, más que de la historia. Para otros, fue el precursor de la escuela impresionista del país.
Según muchos teóricos, a Rojas se le puede catalogar como el cronista gráfico de la época, ya que se encargó de plasmar los eventos de la sociedad y de la ciudad, más que de la historia. Para otros, fue el precursor de la escuela impresionista del país.
Como estos artistas, otros reconocidos personajes dejaron huella en la pintura del siglo XIX venezolano. Herrera Toro (1857-1914), quien se dedicó a evocar las escenas costumbristas del país; el finisecular Tito Salas (1888-1974), a quien se le reconoce como el último gran representante de la corriente heroica de la pintura venezolana, de lo que da muestra, ya entrado el siglo XX, cuando pintó, por mandato de Juan Vicente Gómez, los cuadros en conmemoración del centenario de la Independencia.
De este modo, la pintura del siglo XIX tuvo sus grandes íconos y sus grandes momentos históricos, rompiendo esquemas y estableciendo nuevos cánones.
Una vez culminada la gesta independentista, el país quedó en una precaria situación económica y arquitectónica. Las ruinas heredadas de la guerra era lo común en el paisaje de las ciudades y zonas rurales de la región. Las grandes construcciones coloniales ya eran pocas, y entre las construcciones más importantes se contaban apenas las casas de la Compañía Guipuzcoana de La Guaira y Puerto Cabello, ciertos edificios gubernamentales y algunos conventos e iglesias.
Ante esto y a favor del proyecto de reconstrucción y fortalecimiento de una nueva nación, el gobierno comenzó una serie de construcciones y modificaciones de las ciudades, especialmente de Caracas. Así, en 1831 se fundó la Academia de Matemáticas de Caracas, germen del futuro Colegio de Ingenieros (fundado posteriormente en 1861). Sin embargo, no es sino hasta la década de 1870 que la arquitectura de la ciudad comenzó a cobrar importancia.
La arquitectura en el guzmancismo
Con la llegada al poder de Antonio Guzmán Blanco (el Septenio, de 1870 a 1877; el Quinquenio, de 1879 a 1884; y el Bienio, de 1886 a 1888) el país vivió una serie de transformaciones que cambiaron la educación, la sociedad y la arquitectura. Llamado «el ilustre americano», este Presidente se interesó en la renovación del país, por lo cual invirtió mucho dinero en la construcción de carreteras, ferrocarriles y edificaciones que aún hoy se conservan.
De este modo la ciudad de Caracas cambió su paisaje y comenzó a ser decorada con diferentes obras, como el Palacio Federal Legislativo, diseñado por Luciano Urdaneta en 1872; la fachada neogótica de la Universidad (hoy Palacio de las Academias), realizada por Juan Hurtado en 1876; la modificación del Teatro Municipal, a cargo de Jesús Muñoz Tébar, en 1881; y muchas otras obras, como la iglesia ermita de la Santísima Trinidad (hoy Panteón Nacional) y la plaza Bolívar de Caracas.
En otras ciudades del país también se construyeron obras de relevancia. En Valencia, el arquitecto francés Antonio Malaussena realizó el teatro de la ciudad, llamado Teatro Municipal de Valencia; en Puerto Cabello también se construyó un teatro, caracterizado por sus abundantes columnas de hierro; en Maracaibo se edificaron el Teatro Baralt (1877) y la primera parte del Hospital de La Chinquiquirá (1864).
Escritores venezolanos:
Pacheco Miranda, Alfredo.
Pacheco Miranda, Andrés
Padrón, Augusto.
Padrón, Augusto.
Padrón, Leonardo.
Padrón G., Manuel Aquiles.
Páez, Julio.
Páez Ávila, Juan:Premio Municipal de Literatura 1982 con la obra Chio Zubillaga, caroreño universal, en el género: Prosa. Base de datos de la Biblioteca Nacional de Venezuela.
Palacios, Antonia (1915-2001).Novelista De lenguaje evocativo y lirismo envolvente, en su narrativa se encuentra una expectación lírica autobiográfica. Son muy conocidas sus novelas: Ana Isabel, una niña decente (1949); Crónicas de las horas (1954); Los insulares (1972); tiene un libro de ensayos: París y tres recuerdos (1944), y uno de crónica de viaje: Viaje al frailejón (1955). Con El largo día ya seguro (relatos, 1975), obtuvo el Premio Nacional de Literatura.
Pérez Bonalde, Juan Antonio (1846-1892). Poeta y escritor. Poeta posromántico, precursor del modernismo en su país. Pasó largos años en el destierro durante las luchas civiles. Gran conocedor de las lenguas modernas, fue traductor excelente de Heine y Poe. Obras: Estrofas y Ritmos, volúmenes que reúnen sus poemas originales, entre los cuales se destacan Al Niágara; Flor, elegía a la muerte de su hija, y Vuelta a la patria, caracterizada por su acento nostálgico.
Picón Salas, Mariano (1901-1965). Escritor, novelista, ensayista y crítico. En Chile se doctoró en filosofía y letras, dictó cátedras de literatura, historia del arte y estética. Regresó a Venezuela e inició una activa vida pública. Fue embajador en México y Brasil, representó al país ante la UNESCO, organizó la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central de Venezuela, de la que fue rector. Miembro de número de la Academia de la Historia de Venezuela. En 1963 compartió con Victoria Ocampo el Premio Anual Interamericano de Escritores de la Libertad. Entre su vasta producción se destacan: Hispano-América; Preguntas a Europa; Posición, crítica, literatura y actitud americana y De la conquista a la independencia o Tres siglos de historia cultural hispano-americana.
No obstante, cuando la literatura venezolana despierta de verdad y se hace puramente genuina es durante el siglo XIX. El motor de la independencia no sólo alimentó a la política, sino también a la cultura. Andrés Bello es el primer poeta de esta época, y su obra se propagó por el país valiéndose de las mismas vías por las que discurrieron las ideas republicanas y revolucionarias.
Lograda la independencia política, los escritores del país buscaron el carácter cultural propio que hiciera la literatura venezolana asimismo independiente y particular. Lo hallaron valiéndose del costumbrismo, género que ensalzó a las gentes y sus costumbres, sus creencias y tradiciones. Nicanor Bolt Peraza, Fermín Toro o Daniel Mendoza escriben algunas novelas destacadas en pleno apogeo costumbrista, que van creando un germen literario del que se alimentarán los escritores venideros.
Particularmente, la literatura en Venezuela va a mostrarse muy aficionada al género novelístico. A partir de principios del siglo XX, numerosos escritores van a engordar las listas de egregios novelistas venezolanos. José Rafael Pocaterra, Teresa de la Parra o Rómulo Gallegos lo hacen adheridos al movimiento realista. Posteriormente, Arturo Uslar Pietri y Miguel Otero Silva son los primeros en ser conocidos y admirados fuera del país, y facilitan así el camino de Enrique Bernardo Núñez y Guillermo Meneses.
En la última etapa del siglo XX, la literatura venezolana siguió produciendo escritores de enorme nivel, herederos siempre de la tradición anterior. Autores como Orlando Chirinos, Ana Teresa Torres, Israel Centeno, Cenzil Romero, Federico Vegas o Juan Carlos Chirinos destacan con luz propia y siguen manteniendo viva y sana la literatura de Venezuela.
FOTOS DE ALGUNOS ESCRITORES VENEZOLANOS DEL SIGLO XIX
ANDRES BELLO
RAFAEL CASTELLANOS
RAMOS SUCRE
ROMULO GALLEGOS